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ANILLO CONTRA EL MAL DE OJO ROMANO, LOS FASCINUM, LA MANO FICA, LOS TINTINNABULA, LA BULLA Y LA MASCARA GORGONA MEDUSA

Desde el comienzo de la humanidad a las personas les ha preocupado el mal de ojo, su influencia en las personas, se creía y aun se sigue creyendo, que una mirada de envidia o aversión puede infligir lesiones, mala suerte, o incluso la muerte del destinatario.

Uno de los textos conocidos más antiguos que menciona el mal de ojo es una tablilla Sumeria de alrededor del 3.000 a.C., de arcilla inscrita con oración para evitar sus efectos. Es una oración similar a las que todavía está en uso entre muchas culturas de todo el mundo.

Cualquier ciudadano del mundo romano, con independencia de su estatus o condición social, podía ser afectado por el mal de ojo, aunque los más vulnerables eran los recién nacidos, las madres recién paridas, los niños y las personas de éxito o gran belleza. Nadie se podía librar de él. Este mal (oculus malignus, inuidus, fascinatio) podía ser provocado con un simple deseo, manifestado a través de la mirada y se rehuía especialmente a los que sufrían alguna deformidad física o psíquica.

El método más común en el mundo romano para defenderse contra el mal de ojo fue la creación y uso de amuletos a los que se les atribuían valores propiciatorios y apotropaicos.

 

Anillo romano contra el mal de Ojo AG-3647 y AG-3648

 

Entre el siglo II a.C. y II d.C. se empleó la imagen del miembro viril en el mundo romano como elemento protector contra el mal de ojo (fascinum) bien porque al ser un símbolo de fertilidad contrarrestaba sus efectos nocivos, bien porque su representación grotesca, e incluso obscena, obligaba al aojador a apartar su mirada.

La veneración del falo fue algo común en toda la antigüedad. El falo, como símbolo fértil de la naturaleza creadora, protegía a quien lo portaba y lo defendía del atacante por lo que era un símbolo sagrado y venerado. Se asimilaba al dios Fascinus. Su representación en espacios públicos romanos era un habitual y no se consideraba como algo obsceno ni ofensivo, si no mágica que alejaba los malos espíritus del lugar.

 

Colgantes Fascinum AG-3645 y AG-3622

Colgante Fascinum AG-1674 y anillo con Fascinum AG- 1710 PBO

 

El uso de colgantes con amuletos fálicos (fascinum) fue generalizado entre los romanos, se llevaban colgados al cuello normalmente. Todos los medios para alejar el mal de ojo se inspiraban en la idea de obligar a cambiar la mirada a quien quería hacer el mal por lo que se hacían gestos profilácticos como cerrar la mano derecha colocando el pulgar entre los dedos índice y medio y extenderla hacia la persona que amenazaba, en un gesto que simulaba la unión de los órganos genitales de los dos sexos, los cuales se consideraban como portadores de una gran energía y por ello dotados de un alto valor aprotopaico. La representación figurativa de este gesto se llamaba mano impúdica o higa (mano fica). La unión del falo y la higa ayudaría a repeler con más fuerza la mirada fascinadora.

Colgantes Mano fica

 

Los tintinnabula eran campanillas de bronce que servían de adorno o de ayuda en algunos rituales religiosos romanos, ya fuesen realizados en los templos o en las propias casas. En muchos casos su motivo principal era la representación de un falo, simple o múltiple, del que cuelgan una serie de campanillas. Se creía que servían de hechizo contra los demonios. Parece ser que el sonido metálico era especialmente eficaz para ahuyentar embrujos y toda clase de males a los animales que las portaban o la estancia donde pendían. Estos amuletos solían estar a la entrada de una tienda o de una casa en los pórticos, en el primer caso, el sonido que producía al ser golpeada por la puerta le indicaba al dueño que se encontraba en la trastienda, la presencia de un nuevo cliente. Pendientes del techo y siempre junto a las puertas, intentaba alejar los malos espíritus y atraer la buena suerte gracias al sonido de las campanillas, símbolo del poder creador, sobre todo si era de bronce.

 

Tintinnabula Pompeya

La figura del dios Mercurio se podía representar con una bolsa de dinero para atraer la prosperidad a la tienda o la casa y al mismo tiempo se le representaba con un enorme miembro viril para protegerlas de cualquier amenaza o embrujo sobrenatural.

Representación Itifálica del dios Mercurio

 

 

Otro tipo de amuleto romano que portaban al cuello era la Bulla, un colgante que podía adquirir diferentes formas y ser fabricados en distintos materiales como el oro, bronce, hueso o cuero.

Las más representativas, similares a las encontradas de la cultura etrusca, consistían en la unión de dos placas de metálicas, de oro o bronce, de forma convexas, que se unían a punta de martillo o con una cadena o cordel y que en su interior contenía un amuleto que podía ser un manojito de hierbas, piedras mágicas o escritos con conjuros contra el mal de ojo. Normalmente la portaban los niños, que se desprendían de ellas cuando llegaban a la edad viril y las ofrecían a los dioses lares o Hércules, mientras que las niñas lo hacían a la diosa Juno. Solo los hijos de los ciudadanos romano podían pórtalas y únicamente los hijos de los senadores romanos y caballeros tenían el privilegio de la bulla de oro, mientras que los más humildes las llevaban de cuero. 

Bulla en Hueso y Bulla en Oro

 

Las niñas y las mujeres romanas cambiaban la bulla tradicional por la lúnula, colgante con la forma de luna creciente.

 

Colgantes lúnula AG-3351 y AG-3352-PBO

 

Además de en la bulla las piedras y las fórmulas mágicas escritas se guardaban en pequeños recipientes que a menudo se fabricaban como verdaderas joyas (colgantes, anillos y brazaletes) y que también, según creían sus poseedores, proporcionaban protección contra los diversos males que les podían perjudicar.

Algunos amuletos utilizaban como protección figuras de seres mitológicos de formas irreales y monstruosas, demonios, figuras grotescas u obscenas e incluso animales malignos, como la serpiente o el escorpión, en la creencia que asustarían a los malos espíritus, protegiendo a las personas y las propiedades.

Uno de los numerosos seres mitológicos que se emplearon a menudo en la antigüedad para proteger a los hombres con su figura, cuyos efectos beneficiosos contrastan evidentemente con la sensación que causa la visión directa de su figura monstruosa, es la Gorgona Medusa, cuya efigie (gorgoneion) se mantuvo con el mismo significado al memo desde la Grecia arcaica hasta el bajo imperio romano.  Los antiguos, particularmente militares y sobre todo los emperadores romanos y sus soldados, estaban convencidos de que alejaba los peligros, por lo que sus representaciones estaban muy presentes en sus uniformes y atuendos.

Al parecer se creía que cuanto más terrible fuera la expresión de la máscara representada, más grande era la energía protectora que esta ejercía.

Colgante Gorgona B-123 y AG-0035.                                                                                                      Anillos Gorgonas AG-1077  y AG-3346

La máscara de Gorgona era un signo mágico triple que unían tres elementos poderosos que se juntaban para formar una figura horrible que fascinaba con la mirada y que dejaba petrificado a quienes la miraban de frente, pero que a la vez protegía por el poder de la magia de las serpientes que componían su cabellera y por el poder mágico del nudo que formaban sus cabellos recogidos bajo su barbilla. La serpiente es, sobre todo, un ser beneficioso, benévolo y protector, adorado por multitud de pueblos en el mundo. Los nudos simbolizan un poder letal que encadena a las criaturas mortales y a los dioses interfiriendo su voluntad e imponiendo sus deseos.

El triple poder de la Gorgona Medusa dejaba a cualquier mortal petrificado por su mirada que fascina, espantado por las serpientes y atado o ligado por los nudos mágicos, impidiéndoles influir a los demás cuando lanzaban un mal de ojo.

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Bibliografía

domus-romana.blogspot.com

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